Muchas mineras han logrado llevar adelante sus proyectos sin enfrentarse por el agua con las comunidades y los agricultores. ¿Qué lecciones deben asimilarse para evitar el conflicto?
La compañía Minera Milpo evitó todo tipo de conflicto por el agua con la población de Chincha cuando construyó su mina polimetálica Cerro Lindo. La herramienta fue pionera en el sector: invirtió US$2,5 millones en la construcción de una planta desalinizadora capaz de producir 36 litros por segundo de agua tratada, sobrepasando incluso sus propias necesidades (de 18 litros por segundo). De esta manera la mina consiguió agua, y es posible que hasta el día de hoy muchos chinchanos no estén enterados de la existencia de la mina de Milpo. Este y otros ejemplos como los de las mineras Vale y Southern Copper, con su proyecto cuprífero Tía María en Arequipa (aunque de este último se tienen algunas dudas) nos dan a entender que no hay necesidad de que se dé una lucha cada vez que una minera quiere establecerse en una zona cercana a un poblado, que es lo que se ve casi siempre, y aunque no todas las mineras pueden acceder a un recurso como el agua de mar desalinizada, eso no quiere decir que no puedan llevarse bien con los pobladores dedicados a la agricultura, ya que también existen soluciones como canales de agua separados en los cuales una parte es para la minera y la otra para la población agrícola.
Mas, no se puede dar toda la presión sólo a las mineras, ya que estas sólo consumen un 1,49% de la totalidad de la demanda hídrica del país, mientras que la agricultura usa el 87,27%. Además, también existe algo de prejuicio de los pobladores hacia las mineras, lo que dificulta la interacción. Debido a esto, la solución más adecuada es que ambos bandos tomen iniciativas para llevarse bien y no sólo esperar que una de las partes haga todo el trabajo ó que se dé una guerra civil entre mineros y agricultores.
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