En los últimos años se ha notado una intensa lucha por comprar y negociar con empresas pesqueras debido a la fuerte alza que experimentó el precio de la anchoveta en los últimos años, por ejemplo, en diciembre del 2009, Luis Falcone, gerente general de Pesquera Centinela, llegó a un acuerdo con la familia Dyer para hacerse de dos plantas que le pertenecían a Corporación Pesquera Inca (Copeínca). La operación no solo reveló que los socios del grupo Romero están decididos a convertirse en un jugador de peso en el negocio pesquero, sino que activó la segunda fase de la ola de compras de plantas y embarcaciones, cuya primera fase se inició en el 2006 y que culminó dos años después con la consolidación de ocho grandes grupos pesqueros. Además esta y otras empresas han seguido comprando y vendiendo mas plantas pesqueras con el afán de expandir su influencia en el país.
Se sabe que el alza que experimentó el precio de la anchoveta (materia prima de la harina), cuya tonelada pasó de cotizarse en US$120 en el 2008 a picos de hasta US$300 en la primera temporada de pesca del 2010 fue la causante de esta reñida ola de compras y ventas. La entrada en vigencia del sistema de cuotas individuales de pesca hizo que los armadores (personas que por su cuenta arman ó equipan una embarcación) mejoraran su capacidad de negociación frente a los industriales y que, en consecuencia, el precio de la materia prima subiera en forma significativa. Razón por la cual las principales empresas pesqueras están comprando a otra para de esta manera poder acceder a una mayor parte de la cuota global de pesca, ya que los armadores poseen el 12%. Además del obvio hecho de que estas empresas también quieren expandirse para tener más ingresos y liquidez.
A mi parecer está bien que se de esta competencia, porque a fin de cuentas y hay más competencia habrán más empresas proveedoras y la población no se verá en aprietos.
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